miércoles, 1 de julio de 2009

Costa Norte del Golfo San Matías, Patagonia Norte

Trajeándose

Pozo Salado

Caleta de los Loros

Preservando la fauna patagónica

Desierto invernal

Hacia Bahía Creek

Felicidad (sin Windows)

Para recibir el invierno y festejar el comienzo del ciclo ascendente de las horas de luz, el domingo 21 de junio navegué unos 45 kilómetros por la costa norte del Golfo de San Matías, en el litoral marítimo rionegrino. Este tramo del San Matías prácticamente no fue navegado y tengo mis dudas de que existan precedentes. Sólo navegué desde unos pocos kilómetros al este de dónde comienza la “Ruta de la costa”, en proximidades del puerto de San Antonio Este, hasta Pozo Salado, en la boca occidental de la Caleta de los Loros. La principal virtud de este recorrido es la ausencia de la presencia humana y costas de difícil acceso, lo que garantiza un territorio bastante virgen.

Si bien no me propuse una travesía importante, pues sólo disponía de unos pocos días, creo haber recorrido por mar el tramo más interesante de esta parte de la costa y, lo que es más importante para quienes quieran navegar por este lugar, realicé un relevamiento in situ de los puntos de salida a la playa con seguridad y con posibilidades de pernoctar, lo que aquí significa lugares sin acantilados y sin restingas (plataformas rocosas en el fondo). Creo que el tramo entre el puerto de SAE y Bahía Rosas es ideal para una travesía marítima de 3 a 5 días.

Hay que tener en cuenta que, comparado con otras navegaciones posibles por lagos y ríos, el litoral marítimo patagónico tiene algunas “desventajas”: el mar es duro, no me refiero a las temperaturas, sino especialmente al oleaje, y las costas inhóspitas, hostiles. En cambio, las corrientes de marea no parecen ser problema. Una vez que entramos al mar, sin embargo, no es posible en algunos tramos salir por kilómetros. Comparado con otras regiones, también es un poco monótono, pero tiene lo suyo. En particular, creo que son navegaciones que demandan un poco más de técnica que la ecuación tradicional, pues la zona es ventosa y el viento son olas, y en el mar las olas son grandes.

Me embarqué aproximadamente a las 10:30 de la mañana con un mar no muy agitado, pero casi enseguida comenzó a crecer el viento del O. Como mi rumbo era ESE aprox, eso significó navegar con grandes olas por aleta, algo particularmente incómodo. El primer resultado fue que a las 16 horas ya había completado los alrededor de 45 kilómetros del recorrido que me había propuesto. El segundo resultado fue que, luego de acomodarme, tras superar la rompiente de ingreso al mar, no pude relajarme NUNCA. En ningún momento pude dejar de remar, lo que fue un poco agotador. Imposible sacar una foto, imposible abrir el tercer tambucho para sacar algo para comer. Si dejaba de remar la ola de aleta me ponía de través y luego me rompía encima. El mar se había cubierto de olas blancas. Creo que nunca hice tanta fuerza con las rodillas para evitar rolar. Varias veces estuve a punto. Incluso una vez quedé acostado lateralmente y, tras enderezarme, me temblaban las piernas. Creo que si se hubiese tratado de una travesía normal hubiese intentado salir a la costa y armar campamento hasta que mejorase el tiempo, lo que recién habría ocurrido 48 horas después. Pero era imposible. Tenía un apoyo por tierra y un punto de encuentro preestablecido. Era imposible volver atrás y no quedaba más que avanzar. Cuando miraba el GPS la velocidad oscilaba entre 6 y los ¡14 km. por hora!, lo que significaba que subía, bajaba y barrenaba; de lo que me daba cuenta cuando la proa del kayak desparecía bajo el agua. Las primeras horas lo disfruté, pero cuando empecé a sentir el cansancio de la adrenalina constante, la cosa cambio y se transformó en una especie de carrera contra el tiempo. Pensé en salir a la costa para descansar y alimentarme, pero el rugir de la rompiente me disuadía. Lo único bueno era que los cabos distantes se aproximaban velozmente. La “distancia a destino” bajaba con rapidez. El estampido del mar no venía sólo de la costa, sino de todos lados. El cuello me molestaba de tanto mirar por aleta para ver como venía la siguiente ola. Entonces me proponía relajarme. Me lo repetía como un mantra y cuando me aflojaba, otra vez la ola me ponía de través y me barría el cockpit. Finalmente, tras el último cabo, divisé la camper sobre la costa. Comencé a buscar el punto de salida y me preparé a terminar la navegación en el agua. Por suerte la zona de salida tenía el fondo con menos pendiente del mar argentino (de hecho la bajamar descubre una playa de unos 600 mts de ancho) y las olas de la costa no eran aquí violentas. Tras evitar barrenar pude salir con tranquilidad. Ni siquiera debí apurarme a bajar del kayak. La primera sensación que tuve al pararme en la playa fue de una gran quietud, como si, a pesar del viento, todo se hubiese detenido. Miré hacia la camper para ver si aparecía mi compañero. Al parecer dormía. Saqué el kayak del agua, lo arrastré unos 100 metros hasta unas rocas, me tomé un litro de mate cocido que traía en el termo y comí con desesperación. Había sido una navegación increíble. Recién entonces pude disfrutar lo vivido. Un día perfecto.

Data:

Errores cometidos
Error grave: No llevar atada la pala al kayak y no llevar pala de repuesto. En un momento intenté sacar una fruta del tercer tambucho y no puede, pero en el movimiento se me cayó el GPS al mar (el que tampoco llevaba atado –muy mal-) Me costó muchísimo recuperarlo porque el viento me alejaba de él. En caso de haber tenido un rolido que me deje fuera del kayak podría haber perdido la pala, lo que me habría dejado en una situación grave. Es insólito (a esta altura) cometer errores como éste.
Error secundario: No tener nada para picar en los bolsillos del chaleco.

Rango térmico: Entre 1 y 12 °C

Fauna avistada: Cuando el mar está malo es difícil ver los lobos, orcas y ballenas francas habituales en la zona. No vi nada, solo unos pocos macá grandes, las sempiternas gaviotas y un extraño petrel casi negro que se quedó suspendido unos segundos a un metro de mi cara. Rarísimo. Luego leí en la guía de Narosky que se trataba del Petrel pardo, cuya área de avistaje debería llegar solo hasta el norte de Santa Cruz.

Waypoints de salida del mar tomados in situ (con los que se puede armar una “travesía perfecta” por la zona)

Salida: S 40°50’58’’; W 064°36’16’’

Pozo Salado: S 41°01’05’’; W 064°10’05’’

Bahía Creek: S 41°04’30’’; W 063°57’00’’ (no in situ)

Bajada de Echandy: S 41°09’37’’; W 063°33’02’

Bahía Rosas: S 41°09’16’’; W 063°22’40’’

Recomendación: El mar patagónico es un lugar fantástico, pero, cuando menos lo esperamos, nos exige TODA la técnica.

Agradecimientos: A mi amigo Jorge, que me llevó, acompañó y asistió. Y a Juan, que me envió información del lugar.

El objetivo de compartir con ustedes estas líneas no es otro que socializar información para futuras navegaciones, difundir tanto las rutas de navegación posibles para nuestras embarcaciones como compartir datos útiles para quien quiera volver a recorrer la misma ruta.