viernes, 6 de noviembre de 2009

Antártida, día 8

El monte Francés (2.822 mts. s.n.m.), en la isla Amberes, el punto más alto de la península Antártica.

26 de diciembre. Base Brown-Isla Fridtjof

Nos despertamos de nuestra primera noche en carpa. En vez de la cerrada nevada de la víspera, amanece completamente despejado.


Sin apuro desmontamos el campamento y cargamos los kayaks. A las 13 hs. comenzamos la navegación por un mar absolutamente calmo y resplandeciente.


Dejamos por babor las caletas Skontorp y Oscar (en adelante las toponimias corresponden a nuestra carta inglesa). Nos metemos en el canal Ferguson. En el canal hay muchísimos témpanos.


Antes de llegar a Bárbaro Point, almorzamos nuestras primeras raciones de avena, que encontramos dura. Podemos desembarcar en la costa porque la marea está baja, si así no fuese, el mar llegaría al borde de la constante pared glaciar.


Mucho sol y nada de frío. En la parte inferior de la pared hay unas lentas goteras. Mientras almorzamos pongo ollas para juntar agua dulce líquida. En una roca nos sorprendemos con la extrema mansedumbre de los cormoranes, a los que podríamos tocar con solo estirar la mano.


Desde que comenzamos la travesía los pingüinos son una presencia permanente.

Omnipresentes pingüinos Papúas, atrás, el monte Luigi de Savoia (1435 mts. s.n.m.)

Cristian fotografía y filma todo con la meticulosidad y perseverancia de una abeja obrera. Podría decirse que este es el primer día de nuestra navegación antártica. Cada punta, cada cambio de rumbo descubre nuevas montañas, nuevas lejanías. Por momentos el termómetro supera los 10°C. En un momento miro y marca 16°C, pero creo que se debe a la acción directa del sol que calienta su carcasa oscura. Me sorprendo del poco instrumental que traemos. Nuestra expedición es minimalista. Solo estoy abrigado por una primera capa bajo el traje seco. Remo con las manos descubiertas. Bromeamos y decimos “¿Esto era la Antártida?”


Aprovechando el buen tiempo iniciamos el cruce del estrecho de Gerlache. Durante todo este cruce se tienen a la vista las bellísimas montañas de la isla Wiencke, del otro lado del estrecho, muy escarpadas y con aspecto de ascensión imposible, no solo por su verticalidad, sino por la gran cantidad de nieve y hielo, y con verdaderos hongos en las cumbres.
Luego de los pingüinos, la segunda presencia permanente de esta parte del recorrido es el tronar de los glaciares. No se trata sólo de los bloques de hielo que se desprenden, sino especialmente de continuas avalanchas, verdaderas cascadas de nieve que caen al mar. Sin dudas Antártida es hoy la última frontera para el montañismo. Quizá el último destino virgen. En la punta sur de la Wiencke está el pico Dayne (722 mts.). De SO a NE, separadas del Dayne por un glaciar que cruza la isla hasta el canal Peltier (que separa la Wyencke de la Anvers) se observa la sucesión de picos del pequeño cordón de las Fief, que termina en el pico Luigi de Savoia, de 1435 mts. Todas estas montañas son impresionantes. Para quienes vivimos en cercanías de los Andes Centrales las alturas pueden parecer bajas, pero las observamos desde el nivel del mar y el hielo empieza desde la misma base. Es como navegar todo el tiempo en medio de la alta montaña.
Alrededor de las 20 hs. divisamos un punto de desembarco en la punta NE de la isla Fridtjof y decidimos acampar.

Campamento en la isla Fridtjof, en el estrecho de Gerlache. A la izquierda aparecen como un contínuo las islas Wiencke y Amberes (Anvers), del archipiélago Palmer, a la derecha, la península Antártica.

Una vez en tierra descubrimos que compartíamos el lugar no solo con los omnipresentes pingüinos, sino también con dos focas de Weddell y un lobo marino de dos pelos o “foca peletera”.


Comenzamos la tarea de cavar en la nieve y apisonar para preparar el sitio para la carpa. Cuando terminamos notamos un gran alboroto entre los pingüinos, de los que tenemos de las 3 clases que se pueden observar en esta parte de Antártida; Papuas, de Barbijo y Adelia. Una foca de Weddell estaba saliendo del mar y, al parecer, nosotros quedamos involuntariamente en su camino. Pasa la noche a pocos metros de nuestra carpa. Podemos escucharla respirar.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Antártida, día 7 ¡Por fin en los kayaks!

En nuestro primer día de navegación comenzamos a familiarizarnos con la nieve y el hielo.

25 de diciembre, Base Gabriel González Videla – Base Brown

Hoy fue nuestro inolvidable primer día de travesía. Nos despiden en la base chilena.

De izquierda a derecha: Cristian, Alvaro, Gabriel y Claudio

Todos registran el acontecimiento

Nos hacemos a la mar, pero sólo navegamos unas 5 millas en dos horas, familiarizándonos con el desplazamiento de los kayaks muy cargados. Creo que es suficiente para saber lo que vendrá.

Cristian con el kayak a full empujando el agua

Mucha fauna en el mar, sobre todo pingüinos y cormoranes. También gaviotines y ¡una golondrina!

Mi compañero trabaja desde el principio

La segunda hora de remo es bajo una nevada espesa, con un silencio absoluto. Comenzamos a impresionarnos con los témpanos. En dos de ellos vemos focas leopardo, por las que sentimos bastante “respeto”, por decirlo de alguna manera.
Después de llegar a la base argentina Brown, recorremos la bahía que se encuentra inmediatamente al sur, pero el hielo nos impide seguir avanzando. Regresamos. Vemos una colonia de cormoranes. Encontramos agua líquida, un chorrillo que desde el mar me permite, usando una olla, llenar unas botellas. Esto relaja en cuanto a nuestras reservas de combustible. No tendremos que derretir tanta nieve.
La base argentina está cerrada. Hoy será nuestra primera noche en carpa en el continente. También la última por más de un mes, ya que mañana pondremos proa hacia el archipiélago Palmer y no regresaremos a la península por al menos 30 días. Tuvimos que palear bastante nieve para preparar el campamento. Un esfuerzo casi mayor que nuestra corta remada del día. En la base Gabriel González Videla nos regalaron un pan y empanadas. Ahora está nevando y son casi las 12 de la noche. El frío comienza a ser omnipresente. El paisaje es todo el tiempo espectacular y, aunque parezca raro, bastante cambiante. Al sur de Brown, en la zona de los cormoranes, encontramos vegetación, una especie de hierba, bastante más que un liquen. Mi compañero me parece algo formal, pero está bien por no conocernos de antemano. Me meto en mi bolsa a leer y a escuchar música.
Ayer fue emocionante hablar con mi negra por satelital. Me hace feliz saber que me espera. Que está allí.
Durante la navegación la temperatura osciló entre los 0,6 y 1,4 °C. Ahora en la carpa es de 3,5 °C. La presión es de 967 Mb y está bajando. Sólo se escucha el sonido de la nieve sobre el doble techo y el de algunas aves. Otra constante son los truenos de los glaciares.

Antártida, día 6

La marea y el viento acumulan hielo en la costa sur de la base. Por aquí comenzará nuestra navegación.

24 de diciembre. Nochebuena en la Base Gabriel Gonzalez Videla.

Desde ayer estamos dedicados a la primera carga de nuestros kayaks y a terminar de preparar las raciones. Nos cedieron el edificio más lindo de la base, al que literalmente “tomamos”. Esto nos permite organizar la carga y los kayaks bajo techo.

Nuestro primer refugio

Desde el interior

Desparramo y raciones

Al igual que en el barco, comemos con fruición todo lo que gentilmente nos ofrecen. Parece que psicológicamente nos preparamos para lo que vendrá. Además de una Nochebuena exótica, con pisco sour, “Viejo Pascuero” y militares disfrazados de renos, solo recuerdo mucha amabilidad y buenos gestos de nuestro paso por GGV.

El “Viejo Pascuero” y ¡Navidad con nieve en el Hemisferio Sur!

Con los renos, atuendo muy navideño pero quizá inadecuado considerando que las mujeres quedan solas durante meses en un continente lejano. Notar la altura de la nieve en la ventana.

Colores de la 1 a.m.

martes, 3 de noviembre de 2009

Antártida, día 5

Palomas antárticas por una de las ventanas de la base.

23 de diciembre, arribo a la Base Gabriel González Videla

Nos despertamos en proximidades de Isla De Rongé, donde los pasajeros del barco (que finalmente es un crucero) realizarán el segundo landing a las pingüineras. El primero fue en Decepción.
Gran agitación. Nos informan que un pasajero sufrió un desmayo en la visita a tierra y que se evalúa llevarlo a la isla King George, en las Shetland, para sacarlo por avión al continente (de esto no se entera el resto de los pasajeros). Para nosotros el cambio de situación significa que bajarán nuestros kayaks cargados (de apuro) al mar y abordaremos desde el barco en el norte de Rongé. No puedo imaginar peor manera de comenzar la travesía.
Afortunadamente el pasajero se repuso y seguimos hasta la base chilena Gabriel González Videla (64°49’S; 62°51’W).
En la base somos muy bien recibidos, pero al principio hay un poco de tensión con el capitán de puerto por las típicas cuestiones burocráticas que se generan en estas circunstancias. Chile, como Argentina e Inglaterra, asume que esta porción de Antártida le pertenece. Por lo tanto, si un ciudadano chileno, como mi compañero de viaje, baja a tierra se considera que automáticamente queda bajo jurisdicción. Si el que desciende es argentino, como yo, o de donde sea, no; se mantiene el raro estatus de tierra de nadie. Finalmente, Gabriel Núñez, que así se llama el capitán, y Álvaro Rojas, el comandante de la base perteneciente a la Fuerza Aérea, solo juegan a sus personajes. Por otra parte, Cristian dedicó casi todo 2008 a tramitar todas las autorizaciones pertinentes, que incluyen hasta un detallado informe del impacto ambiental de la expedición. Nuestro equipo y nuestros resguardos de seguridad son además impecables, como no podría ser de otra manera dadas las circunstancias.

Cristian.

A través del vidrio.

Antártida, día 4

Navegando hacia el reparo de Isla Decepción

22 de diciembre

Amanecimos avistando las islas Shetland del Sur desde el sur con rumbo a isla Decepción. Navegamos en el Estrecho de Bransfield (Mar de la Flota, según la toponimia argentina). La vista es un poco aterradora. Viento gélido y olas blancas en el mar. Imagino el kayak en estas aguas y me detengo por un momento en la dureza de las costas. No puedo evitar sentir un poco de miedo por lo que vendrá. Para entrar a la “herradura” de Decepción (Port Foster) atravesamos los “Fuelles de Neptuno”. Aprovechamos el reparo del interior, que significa el fin de la onda oceánica que no nos dejó hacer nada durante el cruce del Drake, y nos encerramos en nuestra cabina 102, “donde mueren los valientes” según la tripulación del Antarctic Dream, para preparar nuestras espartanas raciones individuales diarias:
* Desayuno: 200 gramos de avena (¡cruda!) 50 gr de leche en polvo y 50 gramos de azúcar.
* Almuerzo: idem más 100 gr de un mix de frutos secos (maní, pasas de uva, nueces, almendras y algunas frutas abrillantadas)
* Cena: 250 gramos de pastas con un poco de aceite, condimento “cuatro quesos” o “queso y tomate” y 50 gr. de queso rayado. También algo de soja texturizada como proteínas.


Entrada a Decepción

Instalaciones abandonadas en el interior de Decepción

Interior de Decepción mirando hacia “Los fuelles de Neptuno”

Nuestros kayaks salen de sus envoltorios y comenzamos a alistar el equipo.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Antártida, día 3

El avance del Antarctic Dream sobre la carta náutica con el paso de las horas y los días.

21 de diciembre, segundo día en el Drake

Seguimos en el Drake. A las 3 a.m. cruzamos la convergencia antártica. Durante el cruce el barco fue seguido todo el tiempo por albatros y petreles de todo tipo. La luz comenzó a ser permanente. Los almuerzos y cenas con vista a un mar encrespado son una experiencia única. Hablamos mucho con Dindi y Carlos, dos educadores portorriqueños. Indefectiblemente las charlas con los pasajeros terminan en el relato de nuestro proyecto.
A las 15 hs. nos reunimos con el capitán del Antarctic Dream, Ernesto Barría. Me impresionaron dos cosas. El grado de detalle de su conocimiento de los mares y costas antárticas y su generosidad para transmitirlo.

Antártida, día 2

En un Drake relativamente calmo comienza la luminosidad permanente.

20 de diciembre, en el Drake

Primer día completo abordo. Tomamos unas pastillas para el mareo que nos hicieron dormir la mayor parte del día, aunque no evitaron que nos mareásemos. Comenzábamos a relajarnos de la vorágine de los días previos. Nos familiarizamos con el barco y sus movimientos.